Muerte al Filo de Obsidiana

Compañera: ¿Qué me mueve a hacer teatro?

Sin duda, sentirme acompañada, sentir que formo parte de algo más grande que me arropa, que me sostiene, que me permite estar en pie y que, como dirían los antiguos, que me permite ser verdad. Ese algo más grande que me incluye mí, te incluye a ti también. Sin embargo, el puente que nos une a ti y a mí está en permanente construcción y diario hay que preguntarse ¿de qué manera continúo tejiéndolo? Ese puente que nos permita ir y venir entre tu mundo y el mío y que nos hace coincidir en momentos para transformarnos. Hoy construyo mi puente sobre la memoria tallada en piedra, esa que está pintada con cochinilla en las paredes de los templos y esculpida en la base de las pirámides y los bajorrelieves. Esta memoria debería tejer un camino de verdad entre tú y yo. Sin embargo ¿cómo podemos coincidir? ¿cómo sabré que estás lista al otro a lado del puente esperándome? Silencio, escuchemos: hay un latido que se hace presente, no soy yo, no eres tú. Es un latido que envuelve todo, es el ritmo universal que nos arropa, que nos sostiene; lo escuchamos y buscamos empatar con él para hacernos verdad. Seguimos el latido y llego al puente en el mismo momento en que vienes a mi encuentro.

Lo anterior es un intento de metáfora sobre la investigación que estoy haciendo. Una búsqueda de un lenguaje teatral identitario que pueda provocar en el público una experiencia trascendente a la que llamamos: presenciar la muerte al filo (¹). La intención es que esta experiencia se pueda provocar utilizando la iconografía mexica para la creación del vocabulario y el ritmo musical como estructura dramática.

La primera vez que tuve la idea de trabajar en este sentido fue al observar a mi maestro de kathakali KKM Vasu Pisharodi conduciendo los cholliyattams (²): dirigía a los actores, a los percusionistas, a los cantantes, mostraba el mudra y navarasam correspondiente, además de llevar el ritmo con el bastón. JAMÁS PERDÍA EL RITMO, ni siquiera cuando se levantaba de su silla a escupir paan; era como si el dominio del ritmo, le diera un dominio total sobre todos los que estábamos en el salón y lo que estaba pasando. Ahí supe que quien domina la dilatación y la condensación del tiempo seduce al público, porque se acerca a los dioses. Quien dilata y condensa el tiempo, crea un nuevo espacio, crea una nueva realidad, un nuevo mundo, un nuevo orden. Por lo tanto, se vuelve un poquito dios(a), poniendo ante nuestros ojos un mundo que obedece a otras reglas, que se mueve en un tiempo distinto decidido por la actriz, por el actor. El hecho de contemplar esta capacidad creadora para mí fue trascendente, porque me reveló nuestra propia divinidad.

Sin embargo, continúo buscando, indagando, si alguien anda por los mismos caminos me dará un enorme gusto encontrarle al otro lado del puente.

Eugenia Cano
Guanajuato, Gto a 22 de noviembre de 2022