Teatro la Candelaria celebra 55 Años de Tablas
Patricia Ariza, la directora de una de las más reconocidas compañías de Colombia, cuenta la historia de lo que llama “los subterráneos” del arte dramatúrgico.
Este teatro es como un laberinto en construcción en el que trabajan, trabajamos unos orfebres que siempre están fundiendo las piezas. Cada espacio en estos 55 años se ha derrumbado varias veces, algunas por los inviernos y otras porque a veces sentimos que no somos capaces de continuar. Pero siempre seguimos.
Algunos ven La Candelaria como el “invierno del teatro”, ellos se llaman a sí mismos la primavera. Otros nos ven como un zoológico de dinosaurios. Y, algunos, como lo que realmente somos, un laboratorio donde se investiga el material de que están hechas todas las cosas, las personas y los sucesos, para hacer, más que unas obras, una relación compleja y necesaria con el público, donde juntos, público y nosotros, nos vemos a través de las obras como en un espejo, a veces roto, otras en estado de distorsión, pero siempre en situación de reflejo.
Hoy, desde este paralelo 55, veo este lugar del tiempo y miro el paisaje. Pienso que tenemos todas las estaciones juntas, que sí, somos grandes dinosaurios; yo soy una dinosauria, pero con alas de mariposa. Somos como unos topos que no saben ver con los ojos, sino con otros órganos, y que en medio de la oscuridad encuentran, encontramos abismos y nos hacemos preguntas, a veces sin respuestas. Somos como unos murciélagos que nos tiramos en picada al abismo sin saber a dónde caer y sin entender que es en el salto mismo donde nos crecen las alas para no reventarnos el alma contra el mundo.
Tenemos todas las edades y todas las estaciones juntas, pero sobre todo tenemos a Santiago García (el fundador y decano del teatro colombiano) que nos ilumina la vida. Ahora estamos con sentimientos simultáneos de incertidumbre y de esperanza por y con el paro nacional. Nos deprime la muerte a bala y la desaparición de tantos pelaos. Es como si nos muriéramos nosotros y nosotras también. Y a la vez, cuando nos encontramos con ellos y ellas en las marchas, cuando nos reconocen, cuando nos saludan y nos protegen, es como si renaciéramos.
En los momentos más difíciles, como ahora, después de un año con la sala cerrada, nos une y nos gana la creación. Siempre regresamos al lugar de la creación y allí nos llenamos otra vez de esperanzas, de rabia y de fuerza para emprender de nuevo el viaje a los subterráneos de la sociedad.
Confieso que allí abajo en los subterráneos de la sociedad donde habitamos hemos encontrado monstruos de siete cabezas, sangre, mucha sangre y nombres olvidados. Pero también hemos encontrado flores que crecen en medio de la podredumbre y de la niebla. Las limpiamos, las rociamos y las sacamos a la superficie para mostrarlas como trofeos de la creación. Allí abajo hemos encontrado también fiestas, marchas y risas incontenibles. Son las risas que provoca el carnaval, que es el lugar por excelencia donde los pobres y los artistas bailan y se burlan de los opresores con una risa rabelesiana, incontenible. Nadie nos quita lo bailao.
Podría decir que gracias a este sueño interminable, porque siempre está incompleto, seguimos juntos y juntas de manera irremediable. Algunos se fueron sin remedio porque perdieron el don de ver juntos las flores en el pantano. Otros y otras seguimos al acecho buscando en la oscuridad, en los lugares prohibidos, lo que no se nos ha perdido, pero que es absolutamente imprescindible. No necesitamos buscar demasiado, los conflictos y los personajes están ahí, esperándonos. Esta vez quizá nos aguarde hablar desde el encierro y la libertad. Estamos tanteando en medio de la incertidumbre. Mientras tanto, escuchamos los relatos de los gases lacrimógenos, de las balas y de los gritos.
Patricia Ariza
Directora del teatro La Candelaria y de la Corporación Colombiana de Teatro. Premio Vida y obra del Ministerio de Cultura.
Performera y activista por la paz.
Tomado de El Espectador, 19.6.2021.